La crisis financiera y económica mundial está espoleando con fuerza nuevas formas de hacer negocios como resultado de un sistema económico quizás algo agotado y que requiere al menos una cierta revisión. Es por ello por lo que proliferan nuevas formas y modelos en los que la colaboración aparece como pieza esencial para el desarrollo económico y social. La “economía colaborativa” (sharing economy) lo impregna todo con una serie de prefijos que abordan la mayoría de los campos del conocimiento: co-creación, cooperación, co-working, co-dising, etc. Vivimos y vamos hacia un mundo más abierto, más tecnológico y por su puesto más colaborativo. La colaboración entre personas, al fin y al cabo, ha sido una de las principales claves del desarrollo humano. Hoy abordaré la necesidad de encontrar lugares comunes de colaboración con nuestra competencia.
Quizás cuesta comprender que en un mercado marcado por la plena competencia de las empresas en todos sus ámbitos, donde la rivalidad de competidores es bastante acusada, haya cabida para fórmulas de cooperación con la competencia que en vez de poner el peso en la competición, tal y como la entendemos desde el punto de vista de la economía de mercado, lo pongan en la cooperación entre competidores, entendida ésta como asociación y colaboración entre empresas que persiguen idénticos fines. Si nos fijamos bien en nuestro alrededor, esto no resulta tan extraño. Mismamente, en la naturaleza tenemos múltiples ejemplos de cooperación entre distintas especies. Por todos es conocida la función de protección de determinados tipos de hormigas hacia pulgones y ciertas orugas a cambio de sus secreciones dulces. De la misma manera, el picabueyes ofrece sus servicios de desparasitación a elefantes, gacelas, cebras, jirafas y demás fauna africana. El ratel y el pájaro indicador tienen un nivel más avanzado de cooperación al trabajar de forma conjunta para alcanzar los ricos panales de abejas. Y debajo del mar también tenemos ejemplos de asociaciones simbióticas como el tiburón y la rémora.
Al igual que en la naturaleza, en el mundo de la empresa también se dan fórmulas de cooperación con proveedores, clientes, trabajadores, y también competidores, aunque parezca algo extraño. Debido al entorno de crisis económica en el que estamos inmersos, hay hoy una gran necesidad de que las empresas trabajen con un algún grado de cooperación con sus propios competidores, debido a que tanto la intensidad de los mercados y la perseguida mejora de la competitividad hoy en día hace que los recursos internos de las empresas sean insuficientes. Además, las ventajas competitivas de las empresas son cada vez menos prolongadas, los continuos avances tecnológicos requieren rápidas respuestas de las organizaciones, y la globalización de los mercados exigen nuevas demandas a las empresas. Se da el caso que en muchas ocasiones la innovación (entendida en su concepción amplia) necesite transferencia de información entre organizaciones. La cooperación entre empresas ha de verse como un hecho más natural de lo que el sistema capitalista nos hace ver. Esto es la base la teoría de la coopetición (colaborar y competir a la vez) de Adam Brandenburguer y Barry Nalebuff.
La idea de que tú ganas si tus competidores pierden, es muy básica y sobre todo simplista. Se puede competir y cooperar al mismo tiempo, combinando las ventajas de ambos conceptos para lograr un mercado lo más grande posible, obteniendo así un beneficio mutuo.
A veces, es más ventajoso para las empresas cooperar y compartir información y recursos con otras entidades (ya sean empresas, organizaciones, gobiernos, etc.), que no hacerlo.
Tenemos un ejemplo claro en la Televisión Digital Terrestre. En su momento, todas las cadenas de televisión públicas y privadas de España se unieron para publicitar las bondades de la tecnología de la televisión terrestre digital, pues se trataba de un mercado nuevo en el que los beneficios de la cooperación conjunta iban a ser superiores a los de la competición pura y dura, es decir, para ganar yo mi competidor tiene que perder algo.
Pero, cooperar con los competidores ¿a qué precio? Puedes cooperar con otras empresas sin tener que ignorar tus propios intereses. No es muy inteligente crear un pastel del que no puedas aprovecharte. Se deben conservar los elementos que forman la esencia y la base de la ventaja competitiva de la empresa, es decir su ADN o su Know How.
Las empresas son competidoras cuando dividen mercado, pero son complementarias cuando crean mercado. En la mayoría de las situaciones los beneficios de la colaboración son mayores que cuando se actúa de forma individual, por no hablar de la mejora de la eficacia y eficiencia que ello conlleva.
Existen muchos ejemplos de colaboración entre competidores de cara a beneficiarse de un mercado nuevo. Calidalia en el sector de la alimentación, MLS (multiple listing service) en el sector inmobiliario, son algunos ejemplos en los que la cooperación entre competidores va más allá que la rivalidad competitiva natural entre empresas. Tenemos otro ejemplo más local y quizás de una menor dimensión en la asociación de Cigarrales de Toledo, una asociación de establecimientos de hostelería y restauración ubicados en la zona de los cigarrales de Toledo que lejos de competir de forma agresiva entre ellos, colaboran para atraer a más clientes y crear un mayor mercado turístico hacia Toledo haciendo campañas de comunicación y marketing de manera conjunta.
Resumiendo, la idea se basa en crear un mercado, lo más grande posible para ser repartido entre competidores, y para ello hay que huir del modelo de competencia tradicional (ganar-perder) y llegar a un modelo mixto (ganar-ganar).
Como en la célebre película El Padrino segunda parte, Michael Corleone espetaba “mantén a tus amigos cerca, pero a tus enemigos aún más cerca”.