«La única manera de tener buenas ideas es tener muchas ideas».
Linus Pauling.
Cuando ideamos el desarrollo de un modelo de negocio hay que concentrarse en trasmitir a nuestros clientes/usuarios la diferenciación, las singularidades y beneficios de nuestra oferta (propuesta de valor) respecto a lo ya existente si se quiere penetrar en un mercado competitivo como pueden ser la mayoría de los sectores de actividad hoy en día.
Se dice que una idea es innovadora cuando es útil y viable, es decir cuando se convierten las ideas originales en productos o servicios que el mercado es capaz de absorber.
La innovación consistiría en la generación de ideas que incorporen valor (entendido este como beneficio), para los clientes/usuarios o para la sociedad en general, de forma que se consigan unos resultados sostenibles en el tiempo para la organización. Por tanto, y siguiendo a Alfons Cornella la innovación se podría visualizar como un triángulo en el que convergen las ideas, la creación de valor y los resultados.
Para innovar es preciso obtener ideas, y esta generación de ideas se puede sistematizar y por tanto enseñar a través de las técnicas y metodologías creativas como la observación sistemática, encaje problema/solución, hibridación, cocreación, open innovation (innovación abierta), design thinking, etc.
Las empresas tienen que ser receptivas y estimular la innovación en todas sus formas, desde la incremental a la radical, desde el proceso al producto o servicio.

La necesidad de que todas las empresas innoven hoy en día se hace obligada, por ello es imprescindible para la supervivencia de las organizaciones que éstas estén orientadas a la innovación. Pero la innovación, no sólo la debemos asociar a productos, sino que innovar, es algo más, es crear algo nuevo y útil para la sociedad.
Por tanto, la innovación se extiende a toda actuación que persiga una mejora incremental o radical de productos, servicios, procesos, sistemas, actuaciones, modos de pago, canales de comercialización, packaging, marketing, comercialización, etc.
Innovar es en esencia una actitud, una cultura que tienen que tener los/as emprendedores/as durante toda su vida. Es un proceso que se hace continuado en el tiempo pero que es indispensable en un entorno en el que los cambios son constantes y obligados. La innovación, no solo tiene que ver con dedicar una serie de recursos financieros para crear y mantener un departamento de I+D+i, o con idear nuevas tecnologías que proporcionen a la empresa ventaja sobre sus directos competidores, sino más bien con crear dentro de la empresa un espíritu de mejora continua, intentando crear valor en las intervenciones y acciones que la empresa haga en sus procesos o en sus productos. Es lo que se llama innovación sistemática. Las innovaciones eficaces son las que empiezan por algo sencillo y concreto, y en los que el trabajo, diligencia y perseverancia cobran protagonismo antes que talento y conocimiento.
Igualmente, la actitud de innovar se hace obligada en los/as emprendedores/as que quieren lo mejor para su empresa, pues espíritu emprendedor e innovación tienen la misma base común: práctica y método.